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"El clima político provoca una desafección política que deteriora el mejor sistema político que hemos sido capaces de inventar, la democracia"

'¿Quién organiza la agenda?', la firma de opinión del investigador y catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz

'¿Quién organiza la agenda?'

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Con el mes de junio una parte importante del país se concentra a la espera de las pruebas de acceso a la Universidad. Se trata de un punto de inflexión en la vida de muchos jóvenes, pero también de muchas familias. No es fácil decidir qué estudiar y menos todavía si lo relacionamos con nuestro posible futuro profesional. Muchos padres presionan a sus hijos para elegir carreras que les garanticen un futuro profesional y una posición social reconocida. Muchas vocaciones se han visto así truncadas porque los progenitores no han considerado las aptitudes y capacidades de los estudiantes. La presión que se ejerce sobre los jóvenes es tremenda y provoca mucha frustración. Afortunadamente, en los últimos años se está abriendo con fuerza la posibilidad de la Formación Profesional y se está canalizando a una parte significativa de los estudiantes hacia ocupaciones que encuentran más salidas en el mercado laboral. Pero sigue habiendo un cierto estigma contra aquellos que no han cursado estudios universitarios. Admitir que un joven no tiene aptitudes o, incluso, capacidades suficientes para cursar estudios superiores no debería de penalizar a nadie. No todo pasa por la Universidad o, al menos, no necesariamente a los 18 años. Conozco muchos casos de personas maduras que han vuelto a las aulas tras años de experiencia profesional o, simplemente, para cursas estudios que verdaderamente les apetecían sin que por medio hubiera un objetivo laboral.

También está el caso de las familias que se empeñan en forzar la entrada en estudios universitarios con notas de corte muy altas o en centros con una oferta baja de plazas. Eso les aboca a la universidad privada, a costa de un sobreesfuerzo económico que muchas veces es compatible con niveles de calidad académica más baja. Todo sea por alcanzar al ansiado título que nos coloque. En los últimos años sólo se han abierto universidades privadas que acuden al enorme negocio que brinda a sus patronos este problema que diferentes gobiernos no han sabido o querido, por pura convicción ideológica, atajar. La infrafinanciación de lo público, por desgracia, no es sólo un problema del ámbito universitario. Sabemos fehacientemente que la sanidad adolece también de esta lacra, pero pasan los años y nos vamos resignando a que los seguros privados crezcan a marchas forzadas sin que necesariamente haya mejorado la atención.

Hasta aquí asuntos que preocupan a una gran parte del país. Sin embargo, si prestamos atención a los medios de comunicación o a las redes sociales, la agenda política camina por otros derroteros. Estamos desde hace ya unos años inmersos en un clima político irrespirable que provoca una creciente desafección política y que deteriora al mejor sistema político que hemos sido capaces de inventar, la democracia. Esperemos que lo que está pasando en España no sea un anticipo del indeseado problema del siglo pasado cuando las derechas moderadas se radicalizaron en extremo, hasta el punto de hacer suyos los postulados de las incipientes fuerzas fascistas y facilitarles, a la postre, la llegada al poder. Por cierto, también coadyuvó al drama la división en el seno de la izquierda y su dificultad a la hora de definir las prioridades.

Al final de la II GM se abrieron camino políticas sociales que apuntalaron el Estado del Bienestar por pura necesidad. En GB los laboristas desbancaron a los tories con una iniciativa que atendía la gratuidad de las lentes, una urgencia sanitaria del momento. Las inquietudes de la gente no están ocupando el privilegiado lugar que deberían en la agenda política, ocupada por problemas que crean ruido y nos enfrentan. Hoy es una evidencia que en Cataluña se respira un clima muy diferente al del año 2017, pero se ataca que el Tribunal Constitucional avale la amnistía; el paro registrado baja de los 2,5 millones por primera vez en 17 años y, según la OCDE, nuestra economía seguirá comportándose mucho mejor que los grandes países de su entorno, pero los portavoces de la oposición prefieren hablar del fiscal general, de unas supuestas acciones contra la UCO, o de si en la conferencia de presidentes autonómicos se tiene que discutir sobre temas en los que no tienen competencias. Apenas se ha comentado que esté en marcha un decreto para que los menores de 16 años puedan recibir una ayuda de cien euros para gafas o lentillas, un problema que condiciona la igualdad de oportunidades y que se introduce por primera vez como una prestación cuyo objetivo es garantizar que ningún niño o adolescente se vea privado de una buena visión por razones económicas que puede generar abandono escolar. De nosotros depende confeccionar la agenda política.

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