¿A qué jugaban los niños de la antigua Roma?

Eran sencillos pero ingeniosos, hechos con los materiales disponibles en la época, que solían ser de madera, arcilla, hueso, marfil, cuero y diversos metales. Entre los juguetes para niños había carritos con ruedas tirados con cuerdas, a veces imitando carros de guerra. Espadas y escudos de juguete, soldaditos hechos de plomo o arcilla. No podían faltar pelotas y canicas utilizados para juegos de puntería o de apuestas. O las peonzas (trompos) que eran muy populares.

Entre los juguetes para las niñas estaban las muñecas (pupae) hechas la mayoría de trapo, terracota o madera. Algunas de marfil y articuladas, como la encontrada en la tumba de una niña de unos cinco años en la necrópolis de Tarraco en el año 1927. Tenía brazos y piernas móviles, unidos con pequeñas clavijas o pasadores, lo que permitía colocarlas en distintas posturas. Aunque esta muñeca de marfil brilla con luz propia, no fue un caso aislado. En todo el mundo romano se han descubierto otras muchas muñecas que nos permiten reconstruir un universo infantil sorprendentemente rico.

En algunos casos, se han hallado junto a amuletos o collares, lo que sugiere una dimensión protectora o ritual. Y en 1946, en la necrópolis de Ontur (Albacete), se encontraron cuatro muñecas fabricadas en hueso y una quinta en ámbar, también articuladas, sexuadas y preparadas para vestir que, según los estudios de investigación arqueológica, pudieron pertenecer a una niña de una familia acomodada que tuvo la posibilidad de tener esta clase de juguetes infantiles tan sofisticados.

También las niñas jugaban con casas de muñecas y vajillas en miniatura. Cazuelas, platos, cucharones. Jugar a cocinar. Jugar a cuidar. Jugar a ser madre. O juguetes con forma de pájaros o perros pequeños, a veces móviles o con ruedas. Y, por supuesto, juegos compartidos como las tabas (huesos de astrágalo) lanzados como dados, sin olvidar los tableros de juegos como el ludus latrunculorum (un juego de estrategia similar al ajedrez o las damas).

A las niñas, al llegar a la pubertad, se les pedía ofrecer sus muñecas a las diosas (como Venus o Diana) como rito de paso hacia la adultez. Muchos de esos juguetes no eran un simple pasatiempo: era formación, costumbre y reflejo de la sociedad con una evidente función educativa, enseñando habilidades prácticas o valores como el rol social o la guerra.

Hoy, esos objetos descansan en vitrinas. Algunos en Roma, otros en museos de España y en muchos otros rincones del mundo. Y cada uno, sin duda, guarda una historia.