Migración de ida y vuelta en Centroamérica
Las medidas antimigratorias de Trump están provocando una migración inversa en Centroamérica. Descubrimos desde dos puntos fronterizos las nuevas y peligrosas rutas

Las rutas que antes seguían los migrantes centroamericanos en su camino hacia el norte se han convertido en un cruce de caminos de ida y vuelta como consecuencia de las deportaciones y otras restricciones a la población migrante que ha impuesto la nueva administración de Donald Trump en Estados Unidos.
“En Centroamérica hemos estado viviendo hace unos tres meses para acá un fenómeno de migración inversa, un flujo que ya no es de sur a norte, sino más bien de norte a sur”, explica Isela Loira, representante del Servicio Jesuita para los Migrantes en Costa Rica, desde la frontera con Panamá. Allí, la selva de Darién representa una barrera natural y es tradicionalmente uno de los territorios más peligrosos para los migrantes. Sin embargo, eso ha empezado a cambiar. “Las personas han empezado a ser deportadas de Estados Unidos o se les ha hecho más complicado todavía el ingreso”, asegura Loira, así que muchos se están dando media vuelta.
Algunos vuelven hacia el sur para instalarse en terceros países porque no pueden volver a los suyos, y otros retornan a sus países de origen pese a los riesgos. Esto ha abierto rutas alternativas y no necesariamente más seguras. No quieren regresar por el Darién después de haber conocido sus peligros, y toman caminos por mar saliendo de Panamá hacia Colombia. Rutas también “altamente peligrosas”, según la trabajadora humanitaria, por el transporte precario que emplean y por los llamados “coyotes”, los traficantes que cobran importantes sumas de dinero por el traslado sin preocuparse de las condiciones de seguridad.
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Ante la dispersión del tráfico, países como Panamá han empezado a cerrar los centros de atención a los migrantes. “Eso dejó en total indefensión a muchas personas que estaban en tránsito”, denuncia Loira. Son las acciones colectivas de las comunidades locales las que han absorbido ese trabajo en la zona fronteriza de Panamá y Costa Rica, porque los gobiernos no han implementado ninguna medida para atender a este “flujo inverso” de migrantes, según la organización. “Su forma de manejar el tema migratorio es invisibilizar”, critica Loira, como demuestra la recepción en Panamá, hace tres meses, de 200 personas deportadas de Estados Unidos y trasladadas en autobuses a un centro de atención temporal en la frontera sur con un trato que consideran denigrante.
En el punto de partida de esta ruta inversa, en la frontera norte de México, trabaja Mary Kapron, investigadora de Amnistía Internacional para Estados Unidos y experta en Donald Trump. Ella también ha constatado el aumento del sufrimiento de estos inmigrantes en la frontera. “Una situación de desesperación, de desinformación y hostigamiento”, asegura, por la “violación masiva de sus derechos humanos”.
La gente que está llegando desde México a la frontera sur de Estados Unidos se encuentra que el servicio de citas para tramitar la petición de asilo se ha bloqueado por decisión de la administración Trump. Algunos llevaban meses esperando a su cita ya concertada cuando se les ha privado de su derecho a solicitar asilo.
En esa situación, hay quienes intentan solicitar asilo en México, pero la ley mexicana exige que el trámite se haga antes de cumplirse los 30 días desde la entrada en el país, con lo que muchos, sin documentos que acrediten su estancia en México, temen ser detenidos. Pero entre los casos más preocupantes que ha conocido Amnistía están los de los propios mexicanos. “Hablamos con varias personas que estaban huyendo de situaciones de violencia de género y ya no pueden entrar a Estados Unidos a solicitar asilo, entonces realmente no tienen opciones”, cuenta Kapron.
Las organizaciones humanitarias han documentado que en los últimos años los niveles de violencia contra personas migrantes y solicitantes de asilo en México ha incrementado enormemente. “Ser secuestrado es bastante común, también las extorsiones, violencia por parte de autoridades estatales y no estatales”, relata Kapron. Los más vulnerables son los niños que viajan solos.
A la suspensión del derecho al asilo se han sumado otras decisiones de Trump como el recorte de fondos a las ONG que atienden a estos migrantes y les ofrecen albergues, servicios y apoyo legal. Un escenario que deja completamente abandonadas a las personas que han quedado atrapadas en la frontera. Además, el discurso de odio hacia los migrantes que ha enarbolado el propio presidente, hablando de una invasión, ha generado un ambiente racista creciente entre la población estadounidense.