Edurne Pasaban explica por qué no ha vuelto a la montaña que se le resistió
La alpinista reflexiona sobre los límites éticos del himalayismo actual y recuerda un episodio que marcó su decisión de no regresar

Edurne Pasaban y el fin de los códigos en la montaña: "Sabíamos que todos volvíamos; ahora, no"
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Edurne Pasaban, la primera mujer en coronar los 14 ochomiles del planeta (las montañas más altas), ha vuelto a hablar de las transformaciones —y dilemas éticos— que atraviesa el alpinismo de alta montaña. En 'La cena de los idiotés', conducido por Aimar Bretos, compartió una experiencia que vivió en una expedición a uno de los picos más altos del mundo.
Durante la conversación, Pasaban relató un episodio que la marcó profundamente. El dilema planteado giraba en torno a una situación extrema: una expedición en la que, a punto de alcanzar la cima de un ochomil y sin utilizar oxígeno suplementario, hubo un accidente. El grupo, con la presión de los medios y de los patrocinadores, debe decidir entre continuar hacia la cumbre o renunciar para garantizar la seguridad.
En ese contexto, Pasaban compartió una vivencia que ejemplifica lo que considera una grave pérdida de valores en el himalayismo actual. "Una persona tiene un accidente, pero no es mortal, se rompe una pata. Pues la gente que pasaba a su lado, para la cumbre, pasaba el pie por encima y lo dejaban allí. Cuando volvieron de la cumbre, horas después, esa persona había fallecido. Nadie le había echado una mano", relató con dureza.
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Pasaban detalló que ese día "habrán ido unas 60 personas a la cumbre", y planteó la pregunta que la persigue desde entonces: "¿A quién le das la responsabilidad de la muerte de esa persona? Es una pena".
Para ella, la respuesta es clara. "Yo tengo clarísimo, yo me bajo. Me da igual que sea sherpa, nepalí, español o francés, me da igual. Es una persona. El mundo iría mejor así. El peso te lo llevas".
La alpinista, que ha pasado a la historia por sus logros en las montañas más exigentes del mundo, también habló con nostalgia y crítica sobre el cambio de mentalidad que ha observado en las nuevas generaciones de montañistas. "Antes todos volvíamos. Ahora no, por el individualismo".
Ese cambio de valores fue decisivo para ella. "Tuve mucha suerte. Bajé al campamento base. No lo he vuelto a hacer, no he ido más, lo que estamos contando ha cambiado en el himalayismo. Lo que nosotros podíamos hacer en el año 2010-11 no tiene nada que ver". Aunque sí reconoció que le quedó una cuenta pendiente: "Tengo la espina clavada, claro, un poco. Pero bueno, puedo vivir sin ello. ¿Qué más quiero?", concluyó.
